LA MODERNIDAD Y EL CANTO DEL GALLO
Octavio Acosta Martínez
octavioma@gmail.com
Foucault presenta el problema y nosotros lo reproducimos
en esta cita que le hacemos. Una larga cita, pero el problema es todavía mayor. Sin embargo le tenemos una respuesta. No en nuestra
propia voz, sino en la voz de un poeta, que lo simplificó de una manera
magistral.
“Sé que frecuentemente se habla de la modernidad como una
época o, al menos, como un conjunto de rasgos característicos de una época;
suele situársela en un calendario en el que aparecería precedida por una
pre-modernidad más o menos ingenua o arcaica, y seguida por una enigmática e
inquietante “post-modernidad”. Siguiendo este razonamiento nos preguntamos si
la modernidad constituye la continuación y el desarrollo de la Aufklärung, o si
hay que verla como una ruptura o una desviación en relación con los principios
fundamentales del siglo XVIII. Haciendo
referencia al texto de Kant, me pregunto si no se puede considerar a la modernidad
más bien como una actitud que como un período de la historia. Con “actitud”
quiero decir un modo de relación con y frente a la actualidad; una escogencia
voluntaria que algunos hacen; en suma, una manera de pensar y de sentir, una
manera, también, de actuar y de conducirse que marca una relación de
pertenencia y, simultáneamente, se presenta a sí misma como una tarea. Un poco,
sin duda, como aquello que los antiguos griegos denominaban un “ethos”. Por lo
tanto, más que querer distinguir el “período moderno” de las épocas “pre” o
“postmoderna”, creo que sería mejor indagar sobre cómo la actitud de
modernidad, desde su propia formación, se encuentra en lucha con actitudes de
“contra-modernidad””.
Michel Foucault
Qu’est-ce
que les Lumières?
(Traducción:
Jorge Dávila)
La modernidad es todo eso, señor
Foucault. Es una época. También es una actitud. Y pueden ser los dos al mismo
tiempo. Es también un conjunto de rasgos característicos; ¿es que podría ser de
otra manera? Si no existieran esos rasgos ¿cómo distinguir lo que es modernidad
de lo que no lo es? Además, lo que sigue también sería modernidad. No se puede
hablar de modernidad, ni de ninguna otra cosa, si no se sabe de qué se está
hablando. Todo concepto tiene sus rasgos característicos que lo determinan. Y
claro que antes de la modernidad había algo que no era modernidad, y después de
ella habrá algo (ya lo hay) que no será ni modernidad ni lo que había antes de
la modernidad. También implica una ruptura, como para todas las épocas. Para
ofrecer una era –o mejor una edad (hay que ser consistentes, y
también solidarios con la Edad Media;
así no tendremos que cambiarle el nombre)- rasgos tan característicos, para
producir esas separaciones que marcan un destino para la humanidad, tiene que
haber rupturas.
Sí, una ruptura. Creemos que usted
ha estado muy acertado cuando apeló a Kant. Claro que Kant no se refirió a la
modernidad; él se refirió a la Aufklärung,
a la Ilustración alemana. Pero para muchos la modernidad fue la Ilustración.
Por lo menos hay ideas que son coincidentes.
“El presente puede ser considerado como
perteneciente a una cierta era (âge)
del mundo, distinguida por ciertas características que le son propias, o
separadas de otras eras por algún acontecimiento dramático”. (ibid)
Frecuentemente
se caracteriza a la modernidad por la consciencia de la discontinuidad del
tiempo: ruptura con la tradición, sentimiento de la novedad, vértigo de lo que
ocurre. Eso es lo que parece decir Baudelaire cuando define la modernidad por
“lo transitorio, lo fugitivo, lo contingente”. Hay otra interpretación, surgida
desde la modestia latinoamericana, en la que se invierte el sentido de una de
estas características: en vez de “ruptura
de la tradición” se propone una novedosa “tradición de rupturas”. Y justamente, desde esta Latino América
quien mejor la definió sin él proponérselo, sin pensar en modernidad ni en nada
que se le relacionara, fue nuestro recordado poeta Eugenio Montejo. Si Octavio
Paz hubiese tenido la oportunidad de leerlo,
no habría tenido necesidad de escribir nada. “¿Ruptura de tradiciones? ¿Tradición de rupturas? ¿Quieren
entenderlas? Lean “El canto del gallo”, de
Montejo. Ahí lo dice todo”.
El
canto del gallo
Eugenio Montejo
A Adriano González León
El canto está fuera del gallo;
está cayendo gota a gota entre su cuerpo,
ahora que duerme en el árbol.
Bajo la noche cae, no cesa de caer
desde la sombra entre sus venas y sus alas.
El canto está llenando, incontenible,
al gallo como un cántaro;
llena sus plumas, su cresta, sus espuelas,
hasta que lo desborda y suena inmenso el grito
que a lo largo del mundo sin tregua se derrama.
Después el aleteo retorna a su reposo
y el silencio se vuelve compacto.
El canto de nuevo queda fuera
esparcido a la sombra del aire.
Dentro del gallo sólo hay vísceras y sueño
y una gota que cae en la noche profunda,
silenciosamente, al tictac de los astros.
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