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martes, 6 de octubre de 2020

 



  LA MODERNIDAD Y EL CANTO DEL GALLO

Octavio Acosta Martínez

octavioma@gmail.com

                                                                                                                                                  

            Foucault presenta el problema y nosotros lo reproducimos en esta cita que le hacemos. Una larga cita, pero el problema es todavía mayor.  Sin embargo le tenemos una respuesta. No en nuestra propia voz, sino en la voz de un poeta, que lo simplificó de una manera magistral.

 

            “Sé que frecuentemente se habla de la modernidad como una época o, al menos, como un conjunto de rasgos característicos de una época; suele situársela en un calendario en el que aparecería precedida por una pre-modernidad más o menos ingenua o arcaica, y seguida por una enigmática e inquietante “post-modernidad”. Siguiendo este razonamiento nos preguntamos si la modernidad constituye la continuación y el desarrollo de la Aufklärung, o si hay que verla como una ruptura o una desviación en relación con los principios fundamentales del siglo XVIII.  Haciendo referencia al texto de Kant, me pregunto si no se puede considerar a la modernidad más bien como una actitud que como un período de la historia. Con “actitud” quiero decir un modo de relación con y frente a la actualidad; una escogencia voluntaria que algunos hacen; en suma, una manera de pensar y de sentir, una manera, también, de actuar y de conducirse que marca una relación de pertenencia y, simultáneamente, se presenta a sí misma como una tarea. Un poco, sin duda, como aquello que los antiguos griegos denominaban un “ethos”. Por lo tanto, más que querer distinguir el “período moderno” de las épocas “pre” o “postmoderna”, creo que sería mejor indagar sobre cómo la actitud de modernidad, desde su propia formación, se encuentra en lucha con actitudes de “contra-modernidad””. 

Michel Foucault

Qu’est-ce que les Lumières?

(Traducción: Jorge Dávila)

 

 

            La modernidad es todo eso, señor Foucault. Es una época. También es una actitud. Y pueden ser los dos al mismo tiempo. Es también un conjunto de rasgos característicos; ¿es que podría ser de otra manera? Si no existieran esos rasgos ¿cómo distinguir lo que es modernidad de lo que no lo es? Además, lo que sigue también sería modernidad. No se puede hablar de modernidad, ni de ninguna otra cosa, si no se sabe de qué se está hablando. Todo concepto tiene sus rasgos característicos que lo determinan. Y claro que antes de la modernidad había algo que no era modernidad, y después de ella habrá algo (ya lo hay) que no será ni modernidad ni lo que había antes de la modernidad. También implica una ruptura, como para todas las épocas. Para ofrecer una era –o mejor una edad (hay que ser consistentes, y también solidarios con la Edad Media; así no tendremos que cambiarle el nombre)- rasgos tan característicos, para producir esas separaciones que marcan un destino para la humanidad, tiene que haber rupturas.

            Sí, una ruptura. Creemos que usted ha estado muy acertado cuando apeló a Kant. Claro que Kant no se refirió a la modernidad; él se refirió a la Aufklärung, a la Ilustración alemana. Pero para muchos la modernidad fue la Ilustración. Por lo menos hay ideas que son coincidentes.

 

“El presente puede ser considerado como perteneciente a una cierta era (âge) del mundo, distinguida por ciertas características que le son propias, o separadas de otras eras por algún acontecimiento dramático”. (ibid)


        Frecuentemente se caracteriza a la modernidad por la consciencia de la discontinuidad del tiempo: ruptura con la tradición, sentimiento de la novedad, vértigo de lo que ocurre. Eso es lo que parece decir Baudelaire cuando define la modernidad por “lo transitorio, lo fugitivo, lo contingente”. Hay otra interpretación, surgida desde la modestia latinoamericana, en la que se invierte el sentido de una de estas características: en vez de “ruptura de la tradición” se propone una novedosa “tradición de rupturas”. Y justamente, desde esta Latino América quien mejor la definió sin él proponérselo, sin pensar en modernidad ni en nada que se le relacionara, fue nuestro recordado poeta Eugenio Montejo. Si Octavio Paz hubiese tenido la oportunidad de leerlo, no habría tenido necesidad de escribir nada. “¿Ruptura de tradiciones? ¿Tradición de rupturas? ¿Quieren entenderlas? Lean “El canto del gallo”, de Montejo. Ahí lo dice todo”.

 

                                 

El canto del gallo

                                                                                                               Eugenio Montejo

 

A Adriano González León


El canto está fuera del gallo;
está cayendo gota a gota entre su cuerpo,
ahora que duerme en el árbol.
Bajo la noche cae, no cesa de caer
desde la sombra entre sus venas y sus alas.
El canto está llenando, incontenible,
al gallo como un cántaro;
llena sus plumas, su cresta, sus espuelas,
hasta que lo desborda y suena inmenso el grito
que a lo largo del mundo sin tregua se derrama.
Después el aleteo retorna a su reposo
y el silencio se vuelve compacto.
El canto de nuevo queda fuera
esparcido a la sombra del aire.
Dentro del gallo sólo hay vísceras y sueño
y una gota que cae en la noche profunda,
silenciosamente, al tictac de los astros.

 

 

 

                                                                                                                                    oam

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