embed src=http://flash-clocks.com/free- embed src=http://flash-clocks.com/free- La Taguara Exquisita: PIENSO, LUEGO ESCRIBO

miércoles, 6 de enero de 2016

PIENSO, LUEGO ESCRIBO




Un curioso método

Octavio Acosta Martínez
octaviocultura@hotmail.com
Twitter@snittker.com
         

          
           Descartes no aplicó su propio método, la duda metódica, que fue algo así como “borrón y cuenta nueva”.

DESCARTES, de Frans_Hals
                                                                        
 

        


















           No es el único que lo ha hecho –o que no lo ha hecho-. Muchos grandes hombres, como Sócrates (¿existió Sócrates?), y otros no tan grandes, como Maffesoli (ése sí existe; lo vi, y lamentablemente lo oí), han cometido el mismo pecado.

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           Sócrates nunca aplicó el método socrático. El tan famoso parto de las ideas, la mayéutica, no fue tal. Él lo que hacía era valerse de una muy hábil retórica con la que llevaba y arrinconaba a su oponente de turno, y a punta de contraejemplos (tenía uno para cada argumentación) lo obligaba a sentarse en la idea que él, Sócrates, ya  tenía preconcebida.






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             Sócrates no hacía parir ninguna idea, él hacía parir a su contrario en el esfuerzo inútil de defenderse de aquel vendaval de argumentos y contraargumentos con los que era acorralado. Al final, ya lo sabemos, ganaba Sócrates. 



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         Lo de Maffesoli es más patético, porque él propone el mismo método cartesiano, sin darse cuenta de que es ése precisamente el que está impulsando, y sin que sus seguidores tampoco se percaten. Él cree que está proponiendo algo no sólo distinto, sino el método que va a desbarrancar al cartesianismo que ha sumido a la humanidad a la larga dictadura de la modernidad, y que balizará el camino hacia la posmodernidad. No les estoy recomendando que lean Elogio de la razón sensible, pero allí está... Porsia...


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              Maffesoli es, además, consecuente también con Descartes en el hecho de que él tampoco aplica el método que inconscientemente propone. Pero Maffesoli en realidad no nos interesa. Todo esto fue una pequeña digresión para ilustrar un fenómeno que se ha repetido con mucha frecuencia en la historia del pensamiento. Es hora, pues, de regresar a Descartes.

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          Descartes vacía su pipote de conocimientos y los coloca en otro pipote que tiene al lado, para comenzar a reconsiderarlos uno por uno. Aquellos que sean verificados y ratificados volverán al pipote original, y los que no, se quedarán definitivamente en el pipote papelera.

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             Comenzaría por los objetos “más simples y fáciles de conocer”. Después avanzaría “poco a poco, como por grados, hasta el conocimiento de los más complejos…”. Y comienza…

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         … la evaluación cartesiana:

  1. Descartes dice "pienso, luego existo". Listo, primera selección, él es lo más evidente que encuentra y se selecciona, por tanto, a sí mismo.
  2. Descartes regresa, pues, al primer pipote.
  3. Luego mete nada menos que al alma (apenas un párrafo después), donde supuestamente (con seguridad, para él) está su pensamiento. Fue lo más sencillo, inmediato y evidente que encontró después de él mismo. Hasta cierto punto es una selección lógica. Si él ya sabe que piensa, y por eso mismo existe; y sabe que su pensamiento radica en su alma, entonces el alma también existe, por lo tanto el alma regresa al pipote. Claro, uno se pregunta cómo fue que no envió su creencia sobre el pensamiento al pipote papelera. Lo que pasa es que tenía que partir de unos pocos conocimientos elementales, especie de axiomática, que estuvieran fuera de toda discusión y dentro de ellos estaba la creencia ("convicción") de que la morada del pensamiento era el alma. La verdad es que Descartes le puso el alma a este pensamiento. ¿En cuál pipote dejaría el cerebro?
  4. En tercer lugar mete... ¡a Dios! Quizás pensó: "si Dios existe y no lo meto en el pipote, seré yo quien me meta en serios problemas. ¿Qué sucederá conmigo cuando me llegue la hora? Es posible que Dios se desquite y no me dé entrada al Cielo."                 



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       Ésta es, pues, la situación: están en el pipote Descartes, el alma con su pensamiento incluido, y Dios… ¡Una guará! ¡Éstas fueron las tres cosas más simples que encontró para comenzar a llenarlo!






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           De allí en adelante, y con la ayuda del comodín de Dios, Descartes puede meter en el pipote cualquier cosa, y hacer lo que le venga en gana.

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         Dios es un comodín superior a Superman, y mejor que llamar a un amigo. Mejor dicho, es un supercomodín.

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       No recuerdo si fue en un libro, en alguna entrevista, un ensayo, o lo que sea, donde leí que Russell afirmó que si a él le permitían usar como premisa la igualdad 1+1=1, podría demostrar cualquier cosa que le pidieran. A lo mejor no dijo nada de esto, porque a los hombres importantes siempre le inventan frases ingeniosas. Pero sí creo la verdad del contenido de lo se dice que dijo en este caso. Y si esta simple igualdad le permitía demostrar cualquier cosa, imagínense  lo que hubiera podido  hacer con Dios, de haber contado con éste. Pero Russell no era creyente.

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El niño Sandro y su madre Giuliana (Monica Vitti)
         Por cierto, esta igualdad 1+1=1 la usó años más tarde el cineasta  italiano Michelangelo Antonioni en su película El desierto rojo (1956), a través de un niño llamado Sandro; y el ruso Andrei Tarkovsky, en su película “Nostalgia” (1983), a través de un personaje llamado Doménico (el loco). A éste último le falló la igualdad y no pudo demostrar nada. ¿Lo haría Tarkovsky a propósito para llevarle la contraria a Russell? Tarkovsky era un militante activo de la creencia.


Doménico (Erland Josephson), "el loco", y su famosa fórmula.












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           ¿Por qué a Descartes no se le ocurrió meter un bachaco en el pipote? Los bachacos andan en el suelo por todas partes, y son muy fáciles de agarrar. ¿No era más simple y evidente?


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            Por si usted es de un país extraño y no lo sabe:
un bachaco es una especie de hormiga, pero mucho más grande. Algunos tienen un trasero enorme y a ésos se les denomina bachacos culones. En Colombia hay unas hormigas así, con unos traseros especialmente grandes y apetecibles. No sólo el de Jennifer López lo es.  A estas hormigas se les desprende el trasero las cuales se preparan dando origen a un plato típico muy exquisito en ciertas regiones, como en Bucaramanga (Santander), Colombia, por ejemplo. Estas hormigas se le llamaban en un tiempo hormigas culonas, pero por una cierta pacatería de pueblo se les cambió el nombre a hormigas colonas. Ahora se pueden nombrar guardando el recato requerido, pero se las comen igual, sin ninguna consideración ética-gastronómica.

   
Plato de hormigas culonas
Hormiga culona santandereana
    

  










     


Una característica de los bachacos, o de las hormigas culonas, es la intensidad del dolor que producen sus picadas; así que les recomiendo que se cuiden de ellas. 







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         Descartes pudo haber tomado un bachaco del suelo, o mejor dicho, del pipote papelera (como él metió todo allí, seguramente tendría también bachacos). Se ponía el bachaco en un brazo y lo hostigaba hasta que lo picara.

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            Al sentir el dolor de la picada podría haber razonado algo como:

            “Me duele, luego siento”
           “Y como siento yo, que existo, el dolor es real, por lo tanto, meto el dolor en el pipote”.
        “Y como el dolor es producido por un bachaco, entonces el bachaco también existe, pues no podría algo que no existiera producir algo que sí existe (el dolor) en algo que también existe (yo)”.

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         Así, terminarían (para comenzar) en el pipote, Descartes, el dolor, y el bachaco… ¡Pero no! Descartes no era tonto, y se fue por lo más alto. Metió a Dios y al alma.

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         Pero el propio método nace con un pecado original (en el sentido cartesiano): está diseñado por el Descartes de antes del pipote, por lo que habría que dudar también de su efectividad. En realidad, Descartes dudó de todo -aunque no por mucho tiempo, como vimos-, menos de su método.

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         La intuición de Descartes (el cogito) es mejor que su razonamiento. Pero su método es un círculo vicioso. Los círculos viciosos producen paradojas… Y ahora que hablamos de paradojas... ¡No! Éstas las dejamos para otra entrega. Me recomendaron que no escribiera tan largo.

3 comentarios:

  1. Por ahora, expresión que ya a mi no me hará popular, pues, ya hizo a otro, voy a meter mi comentario con bachaco y todo en el pipote de lo que no sirve, para volverlo a leer, y posiblemente esperar la próxima entrega, siempre me costó la filosofía.

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    1. ¡Poco a poco! Si te pones a leer el "Discurso del método", de Descartes, te costará menos. Es un libro, que a pesar de la profunda innovación que introdujo y del viraje que produjo en la filosofía, hasta los días de hoy, es muy fácil de leer. Está escrito en un lenguaje muy sencillo y es , además, corto. Seguro lo encontrarás en internet, y con toda la cantidad de comentarios que quieras. Pero es preferible entrarle al libro directamente y olvidarse de los comentarios, por ahora.

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    2. Octavio : Muy interesante su escrito . Saludos

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