embed src=http://flash-clocks.com/free- embed src=http://flash-clocks.com/free- La Taguara Exquisita: LOS NOMBRES

sábado, 28 de febrero de 2015

LOS NOMBRES





 Los nombres






Octavio Acosta Martínez
octaviocultura@hotmail.com
Twitter: @snittker.com



            Cuando me referí al significado de los nombres estaba pensando en su dimensión ontológica. También me refería a nombres propios dentro de una estructura gramatical, y algunas veces, fuera de ella, en forma aislada. No me refería a apellidos, a menos que vengan complementados en forma previa por el nombre. Podemos usar el nombre y el apellido como un nombre. Pero uno no puede elegir los apellidos, los nombres sí. También valen sobrenombres, apelativos, nombres de oraciones y denominaciones de distintos tipos, para fines de lo que estudiamos. ¿Qué es lo que estudiamos?

            Particularmente estoy repasando las diversas teorías sobre la verdad. Dentro de estas teorías, me estoy centrando, más que en otras, en la teoría de la verdad como correspondencia y en la teoría semántica. hay verdaderas afinidades entre ambas. Como representante privilegiado por mi propio interés de la teoría de la correspondencia tengo a Ludwig Wittgenstein, mientras que en la teoría semántica, sin discusión el nombre que hay que estudiar es el de Alfred Tarski.

            Tanto Wittgenstein como Tarski, son herederos del primer planteamiento que hiciera una vez Aristóteles sobre la verdad:

            “Decir de lo que no es que es y de lo que es que no es, es falso. Decir de lo que es que es y de lo que no es que no es, es verdadero.


             Esto lo pueden encontrar en su Metafísica (libro iv, capítulo 7). Como ven, Aristóteles dice “decir” (“decir tal cosa es falso, decir tal cosa es verdadero”). ¿A qué se está refiriendo entonces, Aristóteles? Al lenguaje. Lo verdadero y lo falso está en el lenguaje y por allí es por donde se debe buscar la verdad. Esto amerita una discusión más amplia, pero por ahora sólo deseo ubicar la inquietud que planteé en el ágora facebookiana.

            Wittgenstein hace en el Tractatus lógico-philosophicus, y posteriormente en sus Investigaciones Filosóficas uno de los estudios más profundos que se hayan podido hacer sobre el lenguaje. En otra oportunidad les hablaré de Tarski.

            Wittgenstein hace una figuración del mundo, su representación, en el lenguaje; específicamente en las proposiciones. ¿Qué es una proposición? Es una oración de la cual tiene sentido preguntarse si es verdadera o falsa. ¿Qué es una oración? Doy por hecho su conocimiento. Pero podemos poner un ejemplito. Sea la oración

Octavio está escribiendo en su estudio

            Allí se está haciendo una aseveración acerca de un objeto que tiene como nombre “Octavio”. Se dice que está escribiendo y además se señala un lugar (complemento circunstancial de lugar). Se está estableciendo una conexión entre un objeto, una acción que se realiza, y circunstancialmente con otro objeto. Octavio es aquí un objeto en sentido ontológico y es sujeto en sentido gramatical. ¿Será verdad lo que afirma la oración? Usted se dirige al estudio, se asoma y si observa que Octavio está allí escribiendo, la proposición (ahora se llama “proposición”) es verdadera. Existe una correspondencia entre lo que se afirma y la realidad. “Octavio está escribiendo en su estudio” es, en este caso, un hecho del mundo. El mundo es la totalidad de todos los hechos. Y la totalidad de todas las proposiciones verdaderas es la representación del mundo. Pudiéramos decir que es el “retrato” del mundo.

            Ahora bien, en la oración descrita se está denotando un objeto mediante un nombre (Octavio) sobre el que se dice algo; pero el nombre mismo ¿dirá algo? Ahí está planteada la discusión.
            La destacada profesora norteamericana Susan Haack, en su libro Filosofía de las lógicas, hace una distinción entre los nombres propios y las descripciones definidas. Primero destaca que los nombres no son de una sola clase. Nosotros estamos hablando de nombres de personas, quizás por el hecho mismo de que somos personas y es allí donde tenemos mejor acceso a una cantera de nombres. Pero, por ejemplo, La Divina Comedia es un nombre, que pertenece a un libro, la Coca-Cola es un nombre que pertenece a un refresco, La Cenicienta es el nombre de un cuento infantil. Podemos encontrar miles de ejemplos. Estamos rodeados de cosas con un nombre cada una de ellas. Generalmente es fácil determinar cuando un nombre es una simple etiqueta, pero hay casos donde hacer una clasificación no es tan sencillo. Supongamos que diga:

El estrangulador de Boston fue asesinado estando en prisión.

            “El estrangulador de Boston”, es un nombre, sujeto de la oración, pero él lleva implícito, y quizás ni tan implícito, una descripción. Además de denotar a un individuo, hay allí una descripción del “objeto” mencionado. Podemos decir que “el estrangulador de Boston” cumple funciones denotativas y connotativas a la vez. Pareciera fácil, porque estoy citando casos extremos. Sin embargo, aun aquellos casos que en apariencia son evidentes, tienen sus complicaciones si uno se las busca. He puesto el caso del objeto “Octavio”, ¿a cuál Octavio me he referido? El mundo está lleno de Octavio. ¿Qué tal si me estuviera refiriendo a Octavio Paz? Puedo elaborar la misma proposición, pero ahora evidentemente sería falsa. Algunos no le otorgarían ni siquiera la categoría de falsa, sino simplemente dirían que es una proposición sin sentido, una pseudo-proposición. Pero pensemos entonces en otro Octavio que esté vivo y que no sea el que ustedes están pensando. Tiene que haber un consenso entre hablante y escucha. Un acuerdo sobre cuál es el tal Octavio y dónde está su estudio, si lo tiene. La proposición podría ser falsa. Así que una misma proposición pudiera ser verdadera en un momento y falsa en otro, o en otro contexto. Lo que pasa es que una proposición es la figura de un hecho que tiene sus coordenadas en un espacio cuadridimensional espacio-tiempo. Todos los hechos del mundo tienen esta característica,… (¿Incluyendo al propio mundo en su totalidad?). Así, amigos, que estamos ubicados, sin darnos cuenta, en el foro sobre el tiempo, del que nos hemos ocupado últimamente.

            La profesora Haack elabora una Tabla donde ubica las dos posiciones con respecto a los nombres. “¿Tienen los nombres propios significado así como denotación?  Sí_____, No______.

Profesora Susan Haack
            En la columna de los SÍ, están los nombres de Frege, Russell, (Quine), Wittgenstein, Searle, Burge, (Davidson). En la columna de los NO están Mill, Ziff y Kripke.  Los argumentos de cada quien, en forma muy resumida son bastante interesantes. Por ejemplo, Frege y Russell dicen que “los nombres propios tienen el sentido de una descripción definitiva co-designativa conocida para el hablante”. Por su parte, los Wittgenstein-Searle dicen que “los nombres tienen el sentido de un subconjunto indeterminado de algún conjunto abierto de descripciones co-designativas. Para estos intelectuales, los nombres tienen significado. Pero en el polo opuesto, Mill dice que “los nombres propios tienen denotación, pero no connotación”… “y no son parte del lenguaje” –añade Ziff.  Por su parte Kripke dice que “los nombres propios son “designadores rígidos”; consideración causal del correcto uso de los nombres”. Éstos, pues, piensan en los nombres como simples etiquetas que sólo designan. ¿Y qué dice el tal Octavio?

            En primer lugar, ¿por qué esa dicotomía SI – NO? ¿No podría haber un “Tal vez” intermedio? ¿O un “algunas veces sí, algunas veces no”? ¿”Con algunos nombres SI, con otros NO”? Esa tabla está inscrita dentro de una concepción aristotélica en la que las cosas son o no son, o algo es verdadero o es falso. No reconoce alternativas intermedias, lo que se ha reconocido con el nombre de “el tercero excluido”. Basado en esta concepción nació la lógica bivalente. La lógica aristotélica y la lógica clásica derivada de ella son bivalentes. Pero existen las lógicas polivalentes en las que se consideran otras posibilidades veritativas. En la lógica (¿”trivalente”, se podría decir?) hegeliana se contempla la posibilidad de que dos contrarios sean verdaderos al mismo tiempo. Hay otras lógicas polivalentes más complicadas todavía. El concepto de probabilidad vino a enriquecer las posibilidades de respuestas ante preguntas complejas. Algo puede ser simplemente “probable”, o “muy probable”, u otorgársele valores cuantitativos.

            En el caso de los nombres, creo que hay las simples etiquetas, pero en general sí creo que ellos tienen significados. Eso quiere decir que dentro de la lógica que estoy manejando para esta problema de los nombres, le otorgo una mayor probabilidad a que ellos tengan sentido, que a que no los tenga. Pero, ¡un momento! Acabo, inconscientemente, mencionar la palabra “sentido”. La palabra “sentido” tiene sentido. Precisamente para aclarar un poco el problema acerca de los enunciados de identidad, Frege introdujo (estoy dándole fe a la profesora Haack) una distinción entre sentido y referencia. Él dice que los nombres propios tienen sentido, así como referencia. Dos nombres podrían tener la misma referencia, pero diferentes sentidos. De estos diferentes sentidos se pudiera derivar –generalmente se deriva- que para un mismo referente, uno de los sentidos suministrara mayor información que otro. Uno podría referirse al estrangulador de Boston o a Albert DeSalvo. Si decimos: “Albert De Salvo cometió su primer asesinato en Junio de 1967” ¿en quién piensa usted? Pero si se dice “El estrangulador de Boston cometió su primer asesinato en junio de 1967”, se le abre un abanico de informaciones a usted. Los dos nombres, Albert DeSalvo y El estrangulador de Boston, tienen el mismo referente, pero ¿cuál le suministra más información?

            Para referirme a un caso quizás más optimista, para las personas de una cierta generación que no menciono, citaré el caso de “El Rey del Rock&Roll” y Elvis Presley. Lo que pasa es que el nombre Elvis Presley es demasiado conocido, y automáticamente las personas establecen una conexión inmediata con su otro nombre de alto significado. De todas maneras lanzaré la pregunta: ¿cuál nombre aporta más información? Sin embargo, he introducido otra variable en el problema. Elvis Presley no es el verdadero nombre de Elvis Presley. ¿Ustedes saben cuál es? Su verdadero nombre es –eso he leído- Doclan Patrick Macmanus Costello. ¿Hubiese sido la misma suerte para este personaje de haber mantenido artísticamente su “etiqueta” original? ¿Por qué los artistas se cambian el nombre? Debe ser que el nombre artístico y el nombre de pila original no tienen el mismo sentido. Lo que significa que los nombres tienen significado. Y aquí, por lo menos en la farándula y en el cine, estoy dentro de la concepción de Russell y compañía. Tiene razón el profesor Ramón Viggiani cuando dice que su suerte no hubiese sido la misma de haberse llamado Nepomuceno Viggiani.

            ¿He comentado algo sobre el concepto etimología? Es el estudio del origen de las palabras, pero también de su evolución, de sus cambios estructurales, de sus incorporaciones a las diferentes lenguas. Quiere decir que la palabra es viviente, tiene origen y vida. Los nombres son palabras, no son la excepción. Desde tiempos muy remotos se asocian a la verdad. De internet (Wikipedia) he extraído este párrafo perteneciente a Dionisio de Tracia, gramático griego que vivió entre el segundo y primer siglo antes de JC:

Dionisio de Tracia
(170 - 90 a.C.)
            “Etimología es la desmembración de las palabras, mediante la cual se aclara la verdad; ἔτυμον, en efecto, se llama lo verdadero [...] Luego etimología es como si se dijera ἀληθινολογία («estudio de la verdad»), pues las palabras griegas no fueron en su origen dispuestas a cada cosa al azar, sino que mediante el análisis del sentido descubrimos por qué tal cosa se llama de tal modo. Como si alguien me preguntase por qué se llama βλέφαρον («párpado»): cambiando la φ en π y partiendo de la palabra, descubrí que se llama βλέφαρον porque cuando está levantado «miramos hacia arriba», como si fuese βλεπέαρον («mira hacia lo alto»). O bien, sin cambiar nada, sólo partiendo de la palabra, hallé que es como un φᾶρος («manto») porque es cobertor de nuestra mirada. Por otro lado, si se me preguntase por qué se llama γλῶσσα («lengua»), cambiando la λ en ν y la segunda σ en τ, digo γνωστὰ («conocida»), la que hace «cognoscible» a los oyentes lo que está en nuestra mente. Pues por ningún otro órgano físico conocemos el pensamiento de cada uno. Más aún, si alguien me preguntase por qué se llaman ὀδόντες («dientes»), cambiando la ο en ε hallé algo así como ἔδοντες, es decir, «los que comen», y, en efecto, gracias a ellos comemos.” (Negritas y cursivas son mías).


            Amigos, este problema no ha terminado. Lo que he expuesto aquí no ha sido sino una simplificación grosera de un estudio que pica y se extiende y es el motivo que está justificando mi existencia. Estoy cumpliendo mi plan de trabajo que una vez les expuse. Por otra parte, y como siempre, esto es provisional. Quién sabe qué hallazgos me harán cambiar de opinión más adelante. Pero me gusta compartir estas inquietudes –cosa extraña en este mundo-  que se apartan de la vulgar cotidianidad del momento que vivimos. En Venezuela y en el mundo. Creo que en Venezuela esta teoría de los nombres colapsó y la lógica que los rige no es bivalente, ni polivalente, ni modal, ni difusa; sino confusa. Hay que por lo menos, inventar nuevos nombres para poder asignar algún tipo de significado a un fenómeno que nadie entiende.

            Me despido con un abrazo.

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