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miércoles, 8 de septiembre de 2021

 


CUENTOS DE TAGUARA




LAS ESCALERAS DEL MAPAL

            

  

           

          Germán Hermoso vive en el Mapal, donde el ascensor, muy viejo, sufre continuos desperfectos, por lo que sus vecinos tienen que utilizar las escaleras con frecuencia. Los desperfectos son de diferentes naturalezas. Algunas veces le da por pararse en determinados pisos. Entonces, quien se dirija a alguno de ellos deberá bajarse en el más próximo que pueda alcanzar y luego tomar las escaleras para llegar al suyo. Germán tiene un apartamento en el piso 5. Cuando la falla ocurre él se queda en el 6 y baja un piso a pie. Es mejor bajar que subir. Pero algunas veces tiene que llegar hasta el 7 o al Penhouse, si le da por no pararse tampoco en el 6. Otras veces el ascensor no se para en ninguno. Simplemente hace el recorrido completo y regresa a la Planta Baja (PB); allí hay que marcar de nuevo y es posible que después de varios intentos el ascensor funcione.

        
           El menú de fallas es bastante variado. Puede ocurrir, por ejemplo, que se marque un piso y el ascensor se mantenga estático. Entonces la persona pega unos brinquitos, como en un juego de niños. El ascensor entra en el juego y arranca. Cuando arranca, al ascensor  le pueden entrar ganas de pegar brincos también, creando así un suspenso por el clásico temor a la caída libre. Las fallas se combinan; en ocasiones arranca con los saltos, sube saltando y no se para en algunos pisos. Pero otras veces le da por detenerse entre dos. Si con unos saltos no vuelve a arrancar, entonces el asustado usuario toca un botón con una campanita que significa ALARMA y el conserje corre, si él quiere y si no está almorzando, en su auxilio. Más de una vez los bomberos han tenido que visitar el Mapal, gracias al ascensor.

            La falla definitiva es cuando no arranca con nada. En este caso no queda más remedio que apelar a la tradicional escalera desde el propio inicio, lo cual resulta muy divertido si se es un niño, pero con peligro de infarto, si se está en una edad avanzada. Éste es el caso menos preocupante para Germán Hermoso. Lo que más lo angustia es cuando llega al Penhouse y el ascensor comienza a hacer recorridos extraños. Una vez, al llegar allí, cruzó y emprendió un camino horizontal hacia adentro. El ascensor perdió sus paredes y los cables quedaron al descubierto. Germán trató de bajarse, pero no tenía ninguna base fuera en donde apoyarse. Los cables comenzaron a desaparecer y el susto fue ahora mayor ante el temor de que se desprendiera. Pero no lo hizo, sino que pasó por entre una cascada y el agua amenazó con invadir toda la cabina. Germán estaba casi aterrorizado ante la posibilidad de ahogarse. ¿Será posible? Si no te desprendes, entonces te ahogas. Tuvo que hacer un esfuerzo grande para mantener  la cabeza fuera del agua. El ascensor salió finalmente de la cascada, pero siguió viajando por el lecho del río. Las piedras que sobresalían no se mantenían en equilibrio y Germán daba saltos de piedra en piedra para no caer al agua. No era fácil mantener el equilibrio con tanto movimiento. Su mujer le preguntó:

                -¿Por qué saltas tanto? Vas a arrugar el pantalón.

            -Es que hay mucha plaga; me están picando los zancudos –fue la respuesta de Germán. -¿Y tú que haces?

            -Voy a comprar un cartón de huevos aquí en el abasto, y después me voy para la fiesta.

              -Okey, entonces te espero y me voy contigo.

           La esposa entró al abasto, mientras Germán la esperaba en la acera haciendo un trabajo en la computadora. Eso le dijo él, pero a lo mejor se quedó para ver libremente las chicas las que pasaban por el frente.

 

            Un día, cuando se tuvo que bajar en el piso 7, Germán comenzó a bajar las escaleras. Llegó al primer descanso y vio la puerta entreabierta de un apartamento. Se divisaba parte de la sala donde había unos muebles de terciopelo rojo. En la pared detrás del sofá colgaban dos cuadros, uno con La Última Cena y el otro representaba un florero con cayenas rojas, blancas y amarillas, que reposaba en una mesita con un pequeño manto azul. Parecía un cuadro de los que vendía un viejito en la acera de la Plaza Mariño, en la esquina. Se quedó mirando con curiosidad tratando de identificar el apartamento. Muchas veces tuvo que hacer el recorrido desde el 7 y creía conocer todos los apartamentos en el camino, pero esta vez éste le resultó extraño. Estaba en esta observación cuando una señora salió del fondo y lo saludó. La reconoció porque se la había encontrado varias veces en la Planta Baja. La saludó también y aprovechó para preguntarle por el piso 5.

            -Ah, tiene que bajar al pasillo del piso de abajo, lo recorre por el lado derecho y al otro extremo hay una escalerita. La baja y llega directo al 5.

 

            Germán bajó hasta el pasillo de forma cuadrada que circunvalaba la parte interior del edificio. Tomó por la derecha y se encontró con Tomás Vargas y John Castro, dos profesores de la Universidad.  Él no tenía conocimiento de que ellos vivieran en el edificio, pero no se extrañó de verlos. Ellos tampoco se extrañaron, le pasaron por un lado y sólo se intercambiaron unas sonrisas amistosas como saludo. Llegó a las escaleritas y las bajó. Enseguida desembocó a una rampa de estacionamiento que conducía a la calle. “Ah, caramba; como que me pasé. ¿Cómo fue que no vi el 5?”Lo que pasa es  que conozco poco el edificio por este lado”, se dijo como consuelo y justificación. Ya que estaba en la calle decidió entrar de nuevo al edificio, pero por la puerta principal. Caminó por la acera, pasó frente a la carnicería, subió tres escalones que separaban la acera del pasillo de la reja de entrada; la traspasó y se dirigió a las escaleras que salían al lado del ascensor. Comenzó a subir y al rato, cuando iba por el tercer piso sintió que venía gente detrás a paso acelerado. Volteó y se percató que eran dos hombres jóvenes, como a cinco escalones de distancia, seguramente hermanos, que vivían tres pisos más arriba. Entablaron una breve conversación sobre las dificultades de estas paradas continuas del ascensor.

            -Ésta es la tercera vez que se daña en los últimos quince días –comentó el mayor de ellos.

            -Sí –respondió Germán, – yo alcancé a subir antes, pero no se paró en el 5. Me bajé en el 7, pero no pude encontrar el 5 por aquel lado.

            En eso vio a Horacio que iba más arriba, cruzando ya hacia uno de los pisos.

            -¡Horacio! ¿Cómo estás? Te he estado buscando.

            Horacio se volteó sonriendo amistosamente, pero sin disminuir su paso.

            -Espérate un momento, tengo que preguntarte algo.

            Pero como Horacio no daba muestras de pararse, le preguntó sobre la marcha:

            -¿Cómo es eso por allá? ¿En qué parte estás?

           -Todo está bien, me siento contento –Y continuó, sin más explicaciones, hacia uno de los pasillos.

          -El hombre está apurado –comentó uno de los que venían atrás- ¿Él vive aquí? No lo había visto antes.

            -Sí, vivía aquí. Lo que pasa es que él murió hace varios años –dijo Germán mientras reanudaba su paso-. Desde entonces, ésta es la segunda vez que lo veo y ninguna de las dos veces he logrado que me diga en qué parte está. Porque por allá no lo he visto.

         -¡Qué! ¿Él está muerto? –preguntó sorprendido el más joven, mientras ambos detenían bruscamente su ascenso- ¿Cómo es eso de que por allá no lo ves?

          -Claro. Lo que pasa es que por allá parece que hay varios sitios y los ubican de acuerdo a la fecha en que murieron. Eso me imagino, porque nadie me ha explicado nada. Yo por ejemplo, he tratado de encontrar a mi papá y a mi mamá; pero todo en vano. Nadie me da razones de ellos. El asunto es que yo morí hace apenas un año y mis padres ya hace muchos que se fueron. Mucho antes que Horacio. Pero no sé si será por la nostalgia que de vez en cuando llego aquí y no sé ni cómo. Creo que debe ser por el deseo de obtener alguna pista en el edificio. Nosotros vivíamos antes en el quinto piso. Quizás ustedes nos conocieron, aunque seguramente estaban muy jóvenes. ¿No recuerdan a los Hermoso del apartamento 21? –preguntó Germán, mientras se viraba hacia los que lo seguían. Pero se sorprendió de ver las escaleras vacías.

 


2 comentarios:

  1. Jajaja 😂 a principio me decía coño este Germán vive entre el ascensor y las escaleras ve a titirimundachi. Por los años en el Mapal debe salir muerto que jode 😂🤣😂

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  2. jajajaj yo decía al principio que parecía una pesadilla, cuando sueñas que vas en el ascensor y suceden cosas así y nunca llegas a donde quieres llegar, y se mueve horizontal y de todas las formas que vivió Germán. Espero que consiga a sus padres.

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