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sábado, 26 de marzo de 2011

EL CINE Y LA AVIACIÓN

EL CINE Y LA AVIACIÓN
Octavio Acosta Martínez





¿Qué tiene que ver el cine con la aviación?  En principio el cine tiene que ver con todo, por cuanto en sus pantallas se pueden proyectar historias relacionadas con cualquier cosa que conozcamos, sea ésta algo perteneciente al mundo de los cinco sentidos o al mundo exclusivamente conceptual, o sentimental también. Pero no es a este tipo de relación al que me referiré en este escrito, sino a una experiencia muy particular que viví.

Los franceses siempre se han atribuido la paternidad del cine, ya que fueron los hermanos Lumière los primeros que filmaron y exhibieron una película ante un público.  Sin embargo, no han faltado las voces en desacuerdo, sobre todo norteamericanas, quienes afirman que el verdadero inventor-precursor fue Thomas A. Edison. Edison inventó una máquina, llamada kinetoscopio, en la cual se podía pasar, más no proyectar, una secuencia fotográfica que daba la sensación de movimiento continuo. El haberse dado esto antes del espectáculo de los hermanos Lumière es el argumento esgrimido por sus seguidores para afirmar que fue él su verdadero inventor. Pienso que esta discusión se podría zanjar, como muchas otras, con una simple –o a lo mejor no tan simple- definición. En este caso, la pregunta previa a contestar sería ¿qué es el cine? Si el cine consiste en crear una historia gráfica a partir de hacer pasar un grupo de fotos a una velocidad tal que transmita la sensación de continuidad, entonces ambos son cine, y los dos se pueden considerar sus inventores; aunque se presume que los hermanos Lumière pudieron haber sido inspirados por el invento de Edison. Ahora, si el cine implica necesariamente una proyección en pantalla, entonces los inventores fueron los hermanos Lumière. También es verdad que éstos fueron los primeros que filmaron una escena, pero esto no constituye una condición necesaria para definir el concepto de cine, las películas de dibujos animados no son filmadas y sin embargo no las podríamos excluir de él.

En todo caso, tanto los hermanos Lumière como Thomas A. Edison, se valieron de un invento y un descubrimiento previo: el invento de la fotografía y el descubrimiento de un fenómeno denominado persistencia en la memoria que caracteriza a la visión. Cuando se pasa un número dado de fotos a una cierta velocidad, el ojo mantiene en su memoria la imagen de cada una durante un tiempo, aun cuando se hubiese retirado, permitiendo que aparezca la siguiente antes de que esta imagen se borre; las imágenes se funden dándose así la continuidad.

Sobre definiciones podemos argumentar indefinidamente sin llegar a ningún acuerdo, sobre todo si tras la idea misma de aclarar subyacen intereses particulares inconmovibles. Por esto, los franceses no dan su brazo a torcer y para fortalecer su verdad han logrado transmitir al mundo una fecha para la invención del cine: 28 de Diciembre de 1895. Fue en ésta cuando los hermanos Lumière asombraron a un colectivo que asistió por primera vez a la proyección de algo que se llamó película. Como las cosas hay que rubricarlas, recordarlas y machacarlas para que no se olviden, el año 1995 fue declarado como el del Primer Centenario de la Invención del Cine por parte de Francia y estuvo adornado por una amplia programación conmemorativa.

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La Alianza Francesa es una institución  (no he terminado con el cine, hacia allí voy) que tiene como misión no sólo la enseñanza del idioma, sino también la difusión de la cultura francesa. Por eso es reconocida, apoyada y subsidiada en gran parte por el Estado (el francés, por supuesto).  Actualmente tiene sedes en aproximadamente unos 140 países. En cada país se pueden encontrar representaciones en varias ciudades y en una sola ciudad puede haber más de una sede. Es el caso de Venezuela y es el caso de Caracas.

Dentro de los eventos programados para el año 1995 la Alianza promovió a nivel internacional un concurso de conocimiento de cine entre todos sus miembros (alumnos) para celebrar el mencionado centenario. En virtud de esto, envió a todas las sedes un cuestionario contentivo de 28 preguntas sobre el tema para ser respondido por quienes desearan participar. Se elegiría un representante por cada país, el cual iría en Enero de 1996 a una confrontación final en París. El premio para cada representante: el viaje con todos los gastos pagos. ¿Y para el ganador en París? Lo mismo, pero para el próximo Festival de Cannes. Ya el lector debe estar imaginando que yo estudiaba en la Alianza Francesa para ese entonces y que decidí participar en el concurso; y así mismo fue, adivinaron.

Quizás los franceses, por lo menos los de la Alianza, debieron haber pensado que cine es sinónimo de cine francés, porque las 28 preguntas se referían a éste. Yo tenía –no estoy seguro de que lo conserve- un aceptable conocimiento sobre cine francés, el cual veía mucho cuando no existía la dictadura de los circuitos actuales. A las salas de cine, aun la de los pueblos y barrios más humildes, llegaban las películas francesas, italianas, españolas y de otros países con toda libertad, y la gente asistía, aunque muchas veces salía totalmente desconcertada de la función respectiva. Hoy estamos dominados por una industria en particular (la norteamericana, ¿cuál otra podía ser?), tanto en las salas de exhibición como en la televisión, y del resto del mundo nos enteramos cuando hay algún que otro festival en las escasas salas de cinema-arte con que contamos.

A pesar de ser pocas, las preguntas no eran fáciles de contestar y me llevó varias semanas hacerlo, ya que debí poner muy en orden mis recuerdos. No se contaba todavía con la ayuda que hoy proporciona la Internet, pero sí tuve la de un buen amigo que ha dedicado buena parte de su vida al estudio y promoción del buen cine: el profesor Daniel Labarca. Él me suministró la información que yo necesitaba para responder algunas de las preguntas. Al final –seguramente también adivinaron- resulté el ganador a nivel nacional y por tanto obtuve el derecho de asistir a la confrontación final. Ahora, lo que seguramente se preguntarán, porque eso sí que no lo han adivinado, es ¿qué pito toca la aviación en este cuento?

En primer lugar, el concurso fue copatrocinado por la Air France. Esta línea se encargó de financiar y transportar a los más de 80 ganadores de los respectivos países que asistieron, además de otros gastos y obsequios que dio a cada uno. Sin duda, un monto considerable. Si nosotros no somos de los que se chupan los dedos, sabemos que las empresas no hacen las cosas por puro altruismo y que para cada desembolso debe haber una contraprestación, aunque no sea necesariamente en cosas materiales. Puede ser de tipo publicitaria, de reconocimientos públicos que den prestigio o de algo que contribuya a resaltar el nombre de la empresa.

Nosotros no sabíamos cómo se iba a recompensar a Air France por este servicio y no nos importaba, ése era problema de los organizadores. Yo, junto con los nuevos amigos que hice, de nacionalidades de las que nunca había conocido a nadie, me dediqué a disfrutar de las actividades programadas y a asombrarme por las cosas que “descubría”. Me vi caminando por las calles de París en medio de tremendos aguaceros de pleno invierno buscando unos negritos, músicos de jazz que yo sé, vendían allá. Y no entendía, por ejemplo, para dónde corría el agua y por dónde se iba, porque me parecía una maravilla que la gente caminara igual, que el tráfico fluyera y que yo pudiera cruzar de una acera a otra sin que eso implicara ningún trauma. ¿Cómo no acordarme de mi querida Avenida Bolívar? ¿Y del paso frente al cuartel en la Avenida Universidad?

Disfruté mucho del Museo del Cine en el Trocadero. No pensé que algún día podría ver la escenografía real en la que se filmó alguna película célebre, y hasta caminar por ella, como fue el correspondiente al del Gabinete del Doctor Caligary. O los decorados, ahora ingenuos nos parecen, usados para El Viaje a la Luna, de Méliès; o el vestido que usó Marilyn en la película tal. O la cámara con que se filmó…, o… Bueno, estaba en pleno contacto con un mundo de magia. Y así seguí…hasta…



Acto de confrontación final del concurso. Nos ubicaron en un amplio auditorio de la Alianza de Montparnasse y entregaron a cada uno un cuestionario con 50 preguntas… ¡25 de las cuales eran sobre aviación! ¿Qué carajo tiene que ver la aviación con el cine? ¡Yo nunca he sabido nada de aviación, ni me interesa! Después me enteré: ésa fue una condición que puso la Air France, o más suavemente, una “petición”, por haber ofrecido el transporte de todos. Además, esta empresa manejaba la misma regla de tres que la Alianza: “aviación” significaba “aviones y servicios de la Air France“¿De qué altura es el nuevo Boeing 747-300 adquirido por la Air France? Como un edificio de: 4 pisos ___, 5 pisos____, 7 pisos ____”  Yo no tenía idea de cómo podía ser un Boeing 747-300, a lo mejor viajé en él y no me di cuenta. Tampoco tenía en la mente un patrón para evaluar la altura de un edificio en Francia. Un edificio de cuatro pisos en Venezuela es una taguarita, pero cuatro pisos en París es una soberbia edificación. Por más que realicé un gran esfuerzo de imaginación para poner un avión en Les Champs-Élysées no pude estimar su altura. Contesté cualquier cosa para ver si la pegaba.
                                         


Hubo preguntas sobre un servicio azul (blue), o algo así, que prestaba Air France para los niños que viajaban en avión. Como yo viajaba solo y no me imaginaba que me encontraría con este tipo de preguntas, ni me fijé en el avión, sólo recliné mi asiento y traté de dormir para amortiguar la fatiga de una larga travesía. Me cansé de tirar flechas en ese cuestionario. De las 25 preguntas de “aviación” estoy seguro de haber contestado UNA buena, y eso por deducción, dado un cierto conocimiento sobre nuestro planeta:

“¿El tiempo de vuelo en un viaje de París a Bangkok, Tailandia, es: Menor____, Mayor____, Igual____, que de Bangkok a París?”

Bueno, la Tierra gira de Oeste a Este (sentido contrario a las agujas del reloj si se mira desde el Hemisferio Norte). Bangkok está al Este de París. Cuando el avión se dirige a Bangkok va avanzando en el mismo sentido del giro de la Tierra y, por tanto, Bangkok trata de alejársele. En cambio, cuando el avión viene de regreso avanza en sentido contrario al giro de la Tierra. Por tanto, él avanza hacia París y París avanza hacia él; así el encuentro es más rápido. Respuesta: Mayor__X__.
Apliqué el mismo razonamiento que había realizado en ocasión anterior acerca del porqué el vuelo de Maiquetía a París duraba 10 horas, mientras que de París a Maiquetía era de 9, siendo la misma distancia y viajando el avión a la misma velocidad.

De las preguntas de cine no sé qué decir. Estuve seguro de algunas, pero en otras también tiré mis flechazos. No quiero justificarme, pero considero que no estuvieron en consonancia sobre lo que se pudiera enmarcar bajo el título de “Conocimiento de Cine”. Por ejemplo: “¿Qué edad tiene Catherine Deneuve en la actualidad? 47____, 50____, 52____.”  Catherine Deneuve fue en un tiempo mi actriz favorita, estuve profundamente enamorado de ella y había visto casi todas sus películas, por lo menos las que llegaron a Venezuela. Muchas veces fui al cine por el solo placer de verla, sin importarme la “trama”. Afortunadamente, en ella coincidió la belleza con la calidad y sus películas eran representativas del buen cine francés, y del español, y de donde quiera que filmara, pero… ¿cuántos años tendría? Me puse a compararla conmigo mismo: Yo era un muchacho que estaba comenzando mis estudios de ingeniería cuando veía sus películas. Para mí era una mujer completa, joven pero lista para todo y ella actuaba como tal. No puede ser tan menor que yo. Debe estar por ahí. Además, las edades del cuestionario no están tan distantes. Bueno, voy a responder… ____ No recuerdo, pero sé que me pelé. Me fallaron mis “conocimientos” de cine.

¿En qué lugar quedé en el concurso? No fue entre los tres primeros que anunciaron, los demás quedamos en una incógnita. Agradezco esta delicadeza que posiblemente me libró de una terrible frustración. Por lo demás, recuerdo con agrado y nostalgia este viaje, fueron muchas las vivencias positivas, de las cuales todavía hay para contar. No fui a Cannes, pero yo sabía que las posibilidades eran remotas (por otras causas diferentes a la aviación). Lamento no haberle dado esta satisfacción a mi sede y, ¿porqué no?, al país. Después me enteré que la Directora de mi Alianza tenía previsto hacer una gran fiesta para celebrar en caso de que yo ganara. Ahí sí me sentí culpable.


domingo, 20 de marzo de 2011

COPIA CERTIFICADA (II)

COPIA CERTIFICADA (II)

Octavio Acosta Martínez

 “… y así cuando les presente esta segunda parte tendremos un conocimiento que facilitará el entendimiento de lo que les presentaré.” Con esta “belleza” de redacción circular termino la primera parte. Espero me sepan perdonar, y es mejor que se acostumbren a hacerlo porque estoy seguro que cometeré muchos errores de diferentes naturalezas. Pero la idea sí era la que quería transmitir y ahora sólo espero que ustedes hayan tenido tiempo para ver la película. De no haberla conseguido en pirata-tiendas hay opciones para bajarla por Internet. Y sigo con el cuento.


En ocasión de visitar el Vaticano me dirigí rápidamente a gozar de La Pieta, de Miguel Ángel, una de las obras, entre varias, que desde que estudié Educación Artística en el Liceo, siempre quise ver. Pero lo de “ver” y “gozar” es algo relativo dadas ciertas restricciones que dificultan la concreción de estos anhelos. Uno no se puede acercar a La Pieta a una distancia menor de 6 metros, una resistente baranda se encarga de ello. Además, después de abrirse un huequito a través de los centenares de turistas (casi todos más altos que yo) que parecen arrastrados por mi mismo deseo, se logra verla, desde un solo ángulo y a través de un grueso vidrio antibalas que protege la escultura. Cuando yo la visité uno podía quedarse el tiempo que quisiera en su espacio conquistado, pero me han contado que ahora hay una nueva restricción para el tiempo de goce, pues unos bien entrenados guardias se encargan de hacer circular a todo el que intente arrobarse ante su imagen.


Esto se debe a que una vez un loco ¡siempre los locos! se terminó de desquiciar ante su presencia y le cayó a mandarriazos, destrozándole la cara, un brazo y otras partes del cuerpo. Su restauración duró varios años y, por supuesto, ya no se podría exponer con la misma libertad de antes. Sin embargo, tuve cierta compensación cuando allí mismo visité el museo Los Tesoros del Vaticano, y más tarde el Museo Vaticano. En estos dos museos me encontré con no menos de tres copias de La Pieta, idénticas al original. Por supuesto, son copias hechas con las técnicas que seguramente los artistas plásticos y estudiosos del arte conocen bien.


Estas copias no tenían protección alguna, uno se podía acercar a ellas, rodearlas y observarlas en sus tres dimensiones, quedarse cuanto tiempo quisiera y hasta tocarlas, cuya tentación no resistí, pero asegurándome de que ningún guardia me estuviera observando. Ahí está el planteamiento del problema entre la copia y el original ¿Porqué no se cuidaba casi la copia y en cambio el original estaba sometido a todas las medidas de seguridad? Uno piensa que debe haber algo relacionado con el valor que poseen una y otra. De aquí, luego, sería fácil deducir cuál tiene menos y cuál más valor. Bueno, esas copias no tendrían quizás mucho valor, pero me permitieron “estudiar” en detalle el trabajo que hizo Miguel Ángel… “Las copias son valiosas porque muestran el original y de esta manera certifican su valor” (Frase pronunciada por James Miller en su conferencia, en el inicio de Copia Certificada).


Pero el problema está aún lejos de resolverse. Dentro de esa misma visita, en Los Tesoros del Vaticano, estando parado frente a la copia, una de las que toqué, leí en una nota explicativa que la acompañaba, que el destrozo producido a La Pieta fue de tal magnitud, que su restauración sólo fue posible gracias a ella (la copia que yo contemplaba). El Vaticano, los restauradores y el mundo del arte dieron gracias a Dios por la existencia de estas copias que permitieron salvar tan valiosa obra. ¿Sería lícito concluir, entonces, que este original protegido por un vidrio antibalas, al cual uno no se podía acercar a menos de 6 metros, es, por lo menos en cierta medida, una copia de una copia? ¿Será posible que una cosa que tenga poco valor, o ninguno, le pueda transmitir valor a otra? ¿Se puede acaso dar algo que no se posee? (sin alusiones a la actualidad política). Es sugerente el subtítulo del libro Copia Certificada, que su autor presentaba en la película: “Mejor una buena copia que el original.”

Estas preguntas no me las formulé a partir de la película, sino a partir de La Pieta y de otras experiencias que he tenido, pero mi interés ha revivido con la película que como el autor de ficción dice (el del libro): “explora los aspectos psicológicos y filosóficos del tema”. Pero es que el tema del libro y el de la película terminan confundiéndose y la película al final se convierte en un ejemplo de lo que plantea el libro. Es ésta la razón por la que yo quería hablar del qué y no del cómo. Cuando en una obra de arte el qué emerge como un complemento importante del cómo, se potencian y multiplican sus facetas de contemplación.


A lo largo de la película se formulan las preguntas y se plantean los problemas que han mortificado a los estudiosos sobre la naturaleza del acto creativo durante mucho tiempo:

“Tomas cualquier objeto, lo pones en un museo y cambia la  forma en que la gente lo ve”.

A los cipreses que adornaban el camino en su travesía por la Toscana italiana nadie los tomaba en cuenta porque “no estamos en una galería, sino en el campo”. Por esta razón no reciben la atención que merecen.

¿No fue acaso éste el gran descubrimiento que hiciera Marcel Duchamp el cual explotó con su célebre urinario?

“No es el objeto lo que importa, sino la percepción que tenemos de él”.

Después de tanto estrellarse, artistas y filósofos, psicólogos y epistemólogos, bohemios y teóricos de cafés, por contestar la siempre vigente pregunta ¿Qué es el arte?, ésta es rechazada por Nelson Goodman para reemplazarla por ¿Cuándo es arte? A partir de entonces las cosas comenzaron a aclararse. Ahora entenderemos por qué el urinario de un bar no es arte, pero sí lo fue cuando Duchamp lo puso en una sala de un museo, y también porqué los cipreses camino a Lucignano no lo era.

Es mucho lo que se ha avanzado en esta teorización, pero el juego existente entre original y copia continúa. Es el juego que sigue Juliette Binoche cuando lleva a William Shimell a ver La Gioconda de la Toscana”.”Te tengo una sorpresa”, le ha dicho. "Durante siglos se pensó que ése era el cuadro original, pero hace cincuenta años se descubrió que era una copia”. El público sigue asistiendo y ahora lo llama la copia original. ¿Por qué el escritor no se muestra interesado? “Es un ejemplo de lo que dices en tu libro”. “Yo me consigo ejemplo en todos los lugares”, responde él. Nosotros mismos lo somos. Somos una copia de la información que tenemos en los genes y nuestros padres también lo son, y los cuadros originales son copias de la realidad, quizás por eso surge el arte abstracto (digo yo). Alguien dijo que sólo el primer cuadro de un artista es verdaderamente original, a partir de allí él se copia de sí mismo.

El juego se desata en la película y se traslada a los personajes. Ahora los aparentemente desconocidos son un matrimonio de quince años de casados. En ella aflora la frustración de sentirse abandonada y de tener que criar sola a su hijo. Él le sigue el juego, seguramente acicateado por una experiencia personal que no conocemos, pero ¿qué importa? Al fin y al cabo no somos originales en materia de vacíos afectivos y de frustraciones. Nuestra historia ha sido mil veces repetida y sólo tenemos que mirarnos a nosotros mismos para seguir el guión. Ésta es una historia banal si se quiere, pero realzada por una actuación magistral de una actriz (más que del actor, en mi opinión). Y es magistral la conducción de un realizador que supo encontrar a los intérpretes adecuados, sobre todo a la actriz, repito. Ella se echa al hombro el film.

En medio de todo esto está el espectador, confundido a veces. ¿Qué es esto? ¿Dos desconocidos que juegan a ser un matrimonio o un matrimonio que jugaban antes a ser dos desconocidos? ¿Cuál es la copia y cuál es el original? Eso no tiene importancia, La película aporta elementos para apuntalar cualquiera de las dos interpretaciones. Lo importante es que hagamos valer algunas de las conclusiones extraídas de la discusión, si es que se puede hablar de conclusiones en este caso: es la interacción entre la obra y el espectador la que le da sentido y valoración a la primera y de donde surge la idea de arte. Magistralmente la película se ha convertido en un buen ejemplo de su tema:

La película que se constituye en tema del tema que trata la película.

El fenómeno de la autorreferencia que nos hace recordar el concepto de “Bucles Extraños” al estilo de los dibujos de Escher o de algunos cánones de Bach. Éste es el qué realzado por un lenguaje cinematográfico bien empleado. Juegos de espejos, reflejos en vidrios, diálogo entre la realidad y su reflejo, compitiendo ambos en protagonismo. Y la presencia del Tiempo en una simultaneidad que en una de sus etapas pusiera Picasso en un solo plano, como quien le da vueltas a una escultura: el antes en un jolgorio de matrimonios (la sonrisa de tontos porque no saben lo que tendrán que lidiar luego con hijos fastidiosos), el ahora de las frustraciones, y el después en la figura de los dos viejitos que salen de la iglesia y cuyos pasos seguimos.

El juego está llegando a su final, hay un tren que no sabe de juegos y sale a las 9 en punto. La mujer hace un esfuerzo por hacerlo recordar, pero ¿a quién pregunta? Él, quien quiera que sea, no recuerda lo que ve por la ventana.

-Ven por ésta, quizás aquí reconozcas.

El hombre avanza.

-Mira

El hombre se inclina hacia la ventana, pero a quien vemos no es al original, sino al reflejo en el vidrio.

- ¿Te acuerdas ahora? Justo ahí, mira.
  
 Pero la copia responde negativamente ¿O sería el original?





        

miércoles, 16 de marzo de 2011

COPIA CERTIFICADA

    Hay artistas que están condenados a sólo filmar películas buenas. Cosa que me llama mucho la atención, porque siempre he creído que la calidad de una película recae fundamentalmente en el Director. Es injusto que la gente, generalmente, recuerde un film por los artistas que protagonizaron y no por su realizador. Algo parecido a lo que sucede con las canciones: el público recuerda al cantante e ignora quién compuso la canción.

   Un buen Director puede filmar una excelente película con actores no profesionales. Un ejemplo de ello fue Vittorio de Sica, quien tomó a gente del pueblo, totalmente desconocida, para filmar obras que se convirtieron en verdaderos íconos de la cinematografía mundial (Milagro en Milán, El Ladrón de Bicicletas). Recuerdo también a Orfeo Negro, de Marcel Camus, le película que más veces he visto en mi vida. Los actores ... y actrices (en lenguaje bolivariano) son personas habitantes de las favelas de Río de Janeiro. En cambio, vemos a diario infinidad de filmes, actuados por artistas famosísimos, que no dejarán ninguna huella en los caminos del arte. Son la mayoría de películas que se filman en Hollywood, incluyendo aquellas ganadoras de Oscar.

   Sin embargo, algunos artistas parece que saltan esta regla y todas sus películas son buenas. No sé si es que los buenos Directores tienen la certeza de escogerlos siempre a ellos, o ellos son capaces de montarse y llevar en los hombros todo el peso de una película.

   Una actriz que parece gozar de esta privilegiada facultad es la francesa Juliette Binoche. No puedo decir que no haya filmado ningún bidorrio alguna vez, pero yo no lo he visto. Todo lo que he visto con ella se puede situar en la categoría de bueno. Y para darle más crédito a lo que digo es pertinente aclarar que la he visto actuando bajo la dirección de diferentes realizadores y de muy diferentes nacionalidades. En estos momentos estoy paladeando el sabor de su último film: Copia Certificada, del realizador iraní Abbas Kiarostami. De ésta quiero hablarles, pero antes les pediré su benevolencia para hacer algunas acotaciones previas:

    En el arte lo importante no es el qué sino el cómo. La mayoría de las cosas que plasman los artistas en sus obras son harto conocidas por todos nosotros. Paisajes que conocemos, escenas que hemos presenciado, pasajes que hemos vivido en forma idéntica a los de los personajes, sentimientos que compartimos, y así. No por esto tenemos derecho a decir que nuestra vida es una obra de arte. Es el cómo el artista (pintor, novelista, escultor, realizador, poeta, o lo que sea) recoge y expone esto lo que le otorga ese toque divino que impulsa un hecho de la cotidianidad a esferas donde lo vulgar se transmuta en arte. Una mil veces repetida situación amorosa puede ser expuesta cursimente en un folletín de Corin Tellado o convertirse en la segunda obra más valiosa de la literatura mundial, si ha sido escrita por Gustave Flaubert (Madame Bovary).

Por todo esto, en una película lo más importante no es el argumento en sí, sino en cómo éste es expuesto. Habría que hablar de la fotografía, de los encuadres, de la iluminación, del guión, del montaje, de todo lo que constituye el lenguaje cinematográfico. Algunas películas parecieran, incluso, no tener un "argumento" en el sentido tradicional del término. Un realizador puede presentar una larga secuencia de 10 minutos de una mujer caminando por una calle, con la mirada perdida, sin importarle nada de lo que circula a su alrededor, concentrada en un sentimiento de frustración, sin que se sepa exactamente qué fue lo que se lo produjo. En esos 10 minutos no pasa nada, no hay "argumento". Si usted tuviera que contarle la película a alguien ¿qué le contaría? Por eso las películas buenas no se pueden contar, hay que verlas. Las únicas películas que se pueden contar son las que pasan por televisión y las que la gente ve en las salas de cine mientras se comen una bolsa inmensa de cotufas y se refrescan con una pepsicolota que colocan en un hueco que tiene el asiento. Pero de una película buena sí se puede hablar, y es lo que haré con Copia Certificada.

   Ahora, fijénse ustedes, ¡qué ironía! Después de toda esta perorata resulta que yo quiero hablarles es del qué ¿Porqué? Hagamos un trato: me he extendido mucho en esta introducción. Corro el riesgo de aburrirlos cuando me dirijo al centro de mi discurso. Voy a escribir una segunda parte que se llamará Copia Certificada (II). Mientras tanto, tendrán la oportunidad de conseguir la película -seguramente una copia pirata (de esto escribiré algo en otra oportunidad)- y así cuando les presente esta segunda parte tendremos un conocimiento que facilitará el entendimiento de lo que les presentaré.

Nos vemos, pues.

lunes, 14 de marzo de 2011

EL NOMBRE

Cuando escribo mis correos y me despido "desde La Taguara Exquisita" alguna gente me ha preguntado qué es eso, dónde queda, ¿es un restaurante?, ¿una tasca? "¡Ay!¡Yo quiero conocerla!" me dijo una amiga.


En la oportunidad en que fui Director de Cultura de la Universidad me encontré con un antiguo galpón de deportes como sede de esta Dirección. Había sido bien refaccionado para que cumpliera con sus funciones, pero seguía siendo un galpón y sus espacios no eran suficientes para hacerlo con la idoneidad requerida. "Esto es una taguara", me decían en son de queja varios de los miembros, promotores culturales de la comunidad. "Está bien, es una taguara -les decía yo-, pero hagamos de ella una taguara exquisita". Todavía hoy creo que ésa era la actitud correcta. Cuando uno no puede, o no quiere, huir de un ambiente dado y tampoco puede adaptarse a él, lo pertinente es tratar de cambiarlo en una dirección que se aproxime a nuestro ideal. Nosotros no podíamos cambiar ese galpón, no podíamos aspirar a una mejor sede, por lo menos en un corto ni mediana plazo. Yo como Director podía renunciar cuando se me antojara y buscar un mejor ambiente, mi casa, por ejemplo (soy un profesor jubilado), pero los trabajadores, el personal fijo de la Dirección, no. Ellos tendrían necesariamente que resistrir y soportar -como lo hice yo en mi Facultad- un ambiente no deseado hasta que los años les concedieran el privilegio de la jubilación. La solución era convertir esta taguara en un rincón exquisito que irradiara las luces de la cultura, no sólo como un simple espectáculo, sino como verdadera formación que moldeara el perfil humanístico de los profesionales que estábamos egresando. Ésa fue mi propuesta y para rubricar el compromiso intenté formalizar con una placa, o algo así, el nombre que se me había ocurrido. Pero a algunos miembros de la comunidad no les gustó y yo desistí de la idea. No es bueno forzar situaciones que si vamos a ver, no son fundamentales para los objetivos que hemos diseñado.


Un tiempo después ya no soy Director de Cultura. Estoy en mi casa construyendo mi rincón para el retiro y una vez más ¡cuántas veces ha ocurrido! se me plantean problemas de espacio, Mi casa no es la casa que quisiera tener, y mi estudio... Casi toda la casa es un estudio: libros, discos, equipos de sonido, y obras de arte. Pero el estudio, Estudio, tiene que estar centralizado en un lugar específico y sólo cuento con eso que llaman "cuarto de servicio". Sí, ese pequeño cuartico, generalmente situado entre la cocina y el lavandero, diseñado para que en él duerma la esclava que nos hace los oficios de la casa. Por supuesto, este lujo impagable pertenece al pasado (la esclava que hace el servicio), ahora la esclava es la propia ama de casa, ayudada algunas veces por los hijos y por el esposo (si éste no es muy machista).


Bien, en ese cuartico, una taguara, tengo centrilizado mi estudio. Me afloran los recuerdos de la Dirección de Cultura. Siento que es la hora de predicar con el ejemplo. He bautizado mi estudio como La Taguara Exquisita. Antes no lo pude hacer porque era tan solo un Director, pero aquí soy El Jefe, y como bien saben ustedes, jefe es jefe. Lo he puesto muy bonito, no para que la gente lo vea, sino para yo sentirme bien en él. Con la misma filosofía de antes trataré aquí de crecer y de irradiar, no sé qué, pero algo bueno para los demás.


¿Cómo podría llamarse este blog? Ahora se entiende. Y éste es mi primer artículo.