embed src=http://flash-clocks.com/free- embed src=http://flash-clocks.com/free- La Taguara Exquisita: COPIA CERTIFICADA (II)

domingo, 20 de marzo de 2011

COPIA CERTIFICADA (II)

COPIA CERTIFICADA (II)

Octavio Acosta Martínez

 “… y así cuando les presente esta segunda parte tendremos un conocimiento que facilitará el entendimiento de lo que les presentaré.” Con esta “belleza” de redacción circular termino la primera parte. Espero me sepan perdonar, y es mejor que se acostumbren a hacerlo porque estoy seguro que cometeré muchos errores de diferentes naturalezas. Pero la idea sí era la que quería transmitir y ahora sólo espero que ustedes hayan tenido tiempo para ver la película. De no haberla conseguido en pirata-tiendas hay opciones para bajarla por Internet. Y sigo con el cuento.


En ocasión de visitar el Vaticano me dirigí rápidamente a gozar de La Pieta, de Miguel Ángel, una de las obras, entre varias, que desde que estudié Educación Artística en el Liceo, siempre quise ver. Pero lo de “ver” y “gozar” es algo relativo dadas ciertas restricciones que dificultan la concreción de estos anhelos. Uno no se puede acercar a La Pieta a una distancia menor de 6 metros, una resistente baranda se encarga de ello. Además, después de abrirse un huequito a través de los centenares de turistas (casi todos más altos que yo) que parecen arrastrados por mi mismo deseo, se logra verla, desde un solo ángulo y a través de un grueso vidrio antibalas que protege la escultura. Cuando yo la visité uno podía quedarse el tiempo que quisiera en su espacio conquistado, pero me han contado que ahora hay una nueva restricción para el tiempo de goce, pues unos bien entrenados guardias se encargan de hacer circular a todo el que intente arrobarse ante su imagen.


Esto se debe a que una vez un loco ¡siempre los locos! se terminó de desquiciar ante su presencia y le cayó a mandarriazos, destrozándole la cara, un brazo y otras partes del cuerpo. Su restauración duró varios años y, por supuesto, ya no se podría exponer con la misma libertad de antes. Sin embargo, tuve cierta compensación cuando allí mismo visité el museo Los Tesoros del Vaticano, y más tarde el Museo Vaticano. En estos dos museos me encontré con no menos de tres copias de La Pieta, idénticas al original. Por supuesto, son copias hechas con las técnicas que seguramente los artistas plásticos y estudiosos del arte conocen bien.


Estas copias no tenían protección alguna, uno se podía acercar a ellas, rodearlas y observarlas en sus tres dimensiones, quedarse cuanto tiempo quisiera y hasta tocarlas, cuya tentación no resistí, pero asegurándome de que ningún guardia me estuviera observando. Ahí está el planteamiento del problema entre la copia y el original ¿Porqué no se cuidaba casi la copia y en cambio el original estaba sometido a todas las medidas de seguridad? Uno piensa que debe haber algo relacionado con el valor que poseen una y otra. De aquí, luego, sería fácil deducir cuál tiene menos y cuál más valor. Bueno, esas copias no tendrían quizás mucho valor, pero me permitieron “estudiar” en detalle el trabajo que hizo Miguel Ángel… “Las copias son valiosas porque muestran el original y de esta manera certifican su valor” (Frase pronunciada por James Miller en su conferencia, en el inicio de Copia Certificada).


Pero el problema está aún lejos de resolverse. Dentro de esa misma visita, en Los Tesoros del Vaticano, estando parado frente a la copia, una de las que toqué, leí en una nota explicativa que la acompañaba, que el destrozo producido a La Pieta fue de tal magnitud, que su restauración sólo fue posible gracias a ella (la copia que yo contemplaba). El Vaticano, los restauradores y el mundo del arte dieron gracias a Dios por la existencia de estas copias que permitieron salvar tan valiosa obra. ¿Sería lícito concluir, entonces, que este original protegido por un vidrio antibalas, al cual uno no se podía acercar a menos de 6 metros, es, por lo menos en cierta medida, una copia de una copia? ¿Será posible que una cosa que tenga poco valor, o ninguno, le pueda transmitir valor a otra? ¿Se puede acaso dar algo que no se posee? (sin alusiones a la actualidad política). Es sugerente el subtítulo del libro Copia Certificada, que su autor presentaba en la película: “Mejor una buena copia que el original.”

Estas preguntas no me las formulé a partir de la película, sino a partir de La Pieta y de otras experiencias que he tenido, pero mi interés ha revivido con la película que como el autor de ficción dice (el del libro): “explora los aspectos psicológicos y filosóficos del tema”. Pero es que el tema del libro y el de la película terminan confundiéndose y la película al final se convierte en un ejemplo de lo que plantea el libro. Es ésta la razón por la que yo quería hablar del qué y no del cómo. Cuando en una obra de arte el qué emerge como un complemento importante del cómo, se potencian y multiplican sus facetas de contemplación.


A lo largo de la película se formulan las preguntas y se plantean los problemas que han mortificado a los estudiosos sobre la naturaleza del acto creativo durante mucho tiempo:

“Tomas cualquier objeto, lo pones en un museo y cambia la  forma en que la gente lo ve”.

A los cipreses que adornaban el camino en su travesía por la Toscana italiana nadie los tomaba en cuenta porque “no estamos en una galería, sino en el campo”. Por esta razón no reciben la atención que merecen.

¿No fue acaso éste el gran descubrimiento que hiciera Marcel Duchamp el cual explotó con su célebre urinario?

“No es el objeto lo que importa, sino la percepción que tenemos de él”.

Después de tanto estrellarse, artistas y filósofos, psicólogos y epistemólogos, bohemios y teóricos de cafés, por contestar la siempre vigente pregunta ¿Qué es el arte?, ésta es rechazada por Nelson Goodman para reemplazarla por ¿Cuándo es arte? A partir de entonces las cosas comenzaron a aclararse. Ahora entenderemos por qué el urinario de un bar no es arte, pero sí lo fue cuando Duchamp lo puso en una sala de un museo, y también porqué los cipreses camino a Lucignano no lo era.

Es mucho lo que se ha avanzado en esta teorización, pero el juego existente entre original y copia continúa. Es el juego que sigue Juliette Binoche cuando lleva a William Shimell a ver La Gioconda de la Toscana”.”Te tengo una sorpresa”, le ha dicho. "Durante siglos se pensó que ése era el cuadro original, pero hace cincuenta años se descubrió que era una copia”. El público sigue asistiendo y ahora lo llama la copia original. ¿Por qué el escritor no se muestra interesado? “Es un ejemplo de lo que dices en tu libro”. “Yo me consigo ejemplo en todos los lugares”, responde él. Nosotros mismos lo somos. Somos una copia de la información que tenemos en los genes y nuestros padres también lo son, y los cuadros originales son copias de la realidad, quizás por eso surge el arte abstracto (digo yo). Alguien dijo que sólo el primer cuadro de un artista es verdaderamente original, a partir de allí él se copia de sí mismo.

El juego se desata en la película y se traslada a los personajes. Ahora los aparentemente desconocidos son un matrimonio de quince años de casados. En ella aflora la frustración de sentirse abandonada y de tener que criar sola a su hijo. Él le sigue el juego, seguramente acicateado por una experiencia personal que no conocemos, pero ¿qué importa? Al fin y al cabo no somos originales en materia de vacíos afectivos y de frustraciones. Nuestra historia ha sido mil veces repetida y sólo tenemos que mirarnos a nosotros mismos para seguir el guión. Ésta es una historia banal si se quiere, pero realzada por una actuación magistral de una actriz (más que del actor, en mi opinión). Y es magistral la conducción de un realizador que supo encontrar a los intérpretes adecuados, sobre todo a la actriz, repito. Ella se echa al hombro el film.

En medio de todo esto está el espectador, confundido a veces. ¿Qué es esto? ¿Dos desconocidos que juegan a ser un matrimonio o un matrimonio que jugaban antes a ser dos desconocidos? ¿Cuál es la copia y cuál es el original? Eso no tiene importancia, La película aporta elementos para apuntalar cualquiera de las dos interpretaciones. Lo importante es que hagamos valer algunas de las conclusiones extraídas de la discusión, si es que se puede hablar de conclusiones en este caso: es la interacción entre la obra y el espectador la que le da sentido y valoración a la primera y de donde surge la idea de arte. Magistralmente la película se ha convertido en un buen ejemplo de su tema:

La película que se constituye en tema del tema que trata la película.

El fenómeno de la autorreferencia que nos hace recordar el concepto de “Bucles Extraños” al estilo de los dibujos de Escher o de algunos cánones de Bach. Éste es el qué realzado por un lenguaje cinematográfico bien empleado. Juegos de espejos, reflejos en vidrios, diálogo entre la realidad y su reflejo, compitiendo ambos en protagonismo. Y la presencia del Tiempo en una simultaneidad que en una de sus etapas pusiera Picasso en un solo plano, como quien le da vueltas a una escultura: el antes en un jolgorio de matrimonios (la sonrisa de tontos porque no saben lo que tendrán que lidiar luego con hijos fastidiosos), el ahora de las frustraciones, y el después en la figura de los dos viejitos que salen de la iglesia y cuyos pasos seguimos.

El juego está llegando a su final, hay un tren que no sabe de juegos y sale a las 9 en punto. La mujer hace un esfuerzo por hacerlo recordar, pero ¿a quién pregunta? Él, quien quiera que sea, no recuerda lo que ve por la ventana.

-Ven por ésta, quizás aquí reconozcas.

El hombre avanza.

-Mira

El hombre se inclina hacia la ventana, pero a quien vemos no es al original, sino al reflejo en el vidrio.

- ¿Te acuerdas ahora? Justo ahí, mira.
  
 Pero la copia responde negativamente ¿O sería el original?





        

1 comentario:

  1. Maravilloso su escrito ...
    Es tan cierto aquello de las percepciones, que a través de ellas interpretamos nuestro mundo y elaboramos una realidad que en definitiva es una copia de lo que procesamos en el cerebro.
    Agradezco mucho esta interpretación de una película que internalicé de manera totalmente diferente. A lo mejor es aquello de los estadios: el jolgorio, la frustración y los pasos que siguen a lo inevitable.
    Fue una grata experiencia contar con la descripción de La Pieta, me proyecté en el sitio, aún cuando nunca he tenido hasta ahora la oportunidad de visitar el Museo del Vaticano.

    Recordé una frase que alguien conocido colocó en su perfil de una conocida red social, propiedad de Lao Tse: "Un ser integral conoce sin viajar, ve sin mirar, y realiza sin hacer"

    Ya lo digo, todo un privilegio ...

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